Consejos escolares y participación

Domina en algunos sectores la idea de que “como falla la democracia, hay que desprestigiarla y limitarla, aplicar la sanción y aumentar el poder-autoridad”. ¿No debería ser lo contrario, es decir, profundizar en ella?

Se olvida con frecuencia que la democracia es como una recién nacida a la que hay que impulsar, mimar y ayudarla a desarrollarse permanentemente. Y cuando no va para adelante, retrocede. Y se olvida que la democracia es algo más que votar una vez cada cierto tiempo y se hacen valoraciones sin analizar qué ha pasado en los procesos intermedios.

¿Por qué vota poca gente en los Consejos Escolares?

Cuesta encontrar valoraciones públicas hechas por las instituciones o por organizaciones (lo que es ya de por sí un dato), aunque con el turrón, ¡por fín!, hemos encontrado algunos datos de la baja participación, si exceptuamos al profesorado que lleva a cabo la votación en los claustros: el 13,6 % las familias, y el 67,8 % el alumnado.

El proceso se limita a que la Junta hace carteles, se desarrollen algunas campañas en los centros, las AMPAS se muevan lo que pueden dentro de su debilidad creciente, y el alumnado, disperso y desorganizado, vota sin mucha ilusión o “pasa” del tema.

Pero ¿qué podemos esperar?. En muchas ocasiones, salvo intentos muy loables de participación impulsada por algunos grupos del profesorado, pueden las inercias “cómodas” e individualistas y no se desarrolla la participación en la vida de los centros, y así nos va.

Si los alumnos participan y salen delegados, terminan a menudo “llevando el botijo”, y si acuden a una parte de las sesiones de evaluación, se les pone a caer de un burro, sobre todo si opinan sobre cómo se están desarrollando las clases. Y hay profesores que no aceptan siquiera que las o los representantes de la clase estén en el momento de valoraciones generales, por lo que, si desapareciera, mejor, porque así irían directos a cantar las notas y al cuchicheo de “valoraciones” arbitrarias, producidas en ciertas ocasiones al margen de toda consideración y de un mínimo conocimiento y rigor metodológico, didáctico,… profesional, con el que debemos hacer las cosas. Y sin ello, además de no avanzar en la tarea formativa, se tira por la borda la idea de participación y el compromiso del alumnado.

La escasa participación de las familias puede ser debida a muchos factores: desilusión, impotencia, dejación de responsabilidades,… Y es que, claro, si las madres o los padres intervienen en situaciones de poder o de mala “profesionalidad” o si de ellos emanan propuestas para superar el fracaso que vayan más allá de mayor exigencia a sus hijos, a la falta de paridad en los consejos y de herramientas para sacarlas adelante, se une el bloqueo corporativo: “¡lo único que faltaba, que los padres se metieran en nuestro trabajo!”. Por el contrario, en aquellos centros cuyas propuestas se toman en consideración, aunque sea por respeto a su derecho a la participación, y se avanza conjuntamente en un conocimiento mayor de la realidad, aumenta el compromiso con los procesos educativos de sus hijos.

Por último, la mejor medida de la participación del profesorado es en el día a día, cuando se llevan a cabo propuestas, proyectos, dinámicas y soluciones que remuevan el aula y el centro. Si no se asumen como proyectos de centro por los diferentes sectores de la comunidad educativa, si el resto del profesorado lo rechaza, “pasa” o se siente incómodo, si la dirección es ajena y recela, y la inspección no entiende,…. la participación se centra en un día de claustro en el que votar compañeros o compañeras que “allá se las entiendan” en los consejos escolares.

Con este panorama ¿cómo podemos esperar que alguna vez cambien las cosas para que podamos lanzar las campanas al vuelo porque la participación haya sido alta?. Y, si este es un panorama que observamos en parte de la enseñanza pública, ¡no queremos ni mencionar lo que ocurre en la privada en donde escapan a todo control!.

Como en la sociedad, el mejor camino de la democratización es la participación real en el aula y en el centro, en el currículum y en el aprendizaje, en los objetivos que deben alcanzar y en dar solución y salida a todo el alumnado,… para que se desarrollen absolutamente todas y todos en los ámbitos personal y afectivo, social y ciudadano, académico y profesional. Participación que nos comprometa, que exija a los demás y que nos exija a nosotros, para mejorar la labor que la sociedad encomienda al sistema educativo.

Y desde luego esto no tiene que ver nada con dar “alas” a los alumnos, porque “así están ellos”,….. ni con la “intromisión” de las madres y de los padres,…. Pues eso.


Breve de Concejo Educativo de CyL


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