Lo colectivo en los centros: CEIP Palomeras Bajas. Crónica del encuentro, 9 noviembre 2013, con con Mª José Martín Francés

Crónica del I Encuentro abierto 2013-2014 de Concejo Educativo de CyL, con Mª José Martín Francés. CEIP Palomeras Bajas de Vallecas (Madrid).


La mañana empezó con una exposición por parte de Concejo sobre la importancia de la acción colectiva de la sociedad en su historia, en lo que había significado para su progreso, para la mejora de derechos en todo el mundo en por qué habíamos llegado a pensar en una ciudadanía que participaba y cómo ahora todo eso se quiere destruir y se nos quieren llevar al individualismo de nuevo, reducirnos a consumidor@s pasiv@s.

El documento va a ir creciendo con lo que aporten las personas implicadas en los proyectos de intervención de este curso y el debate en Concejo.

Para provocar la reflexión sobre esa cuestión, definimos unos interrogantes a contestar desde cada centro y así aportar datos a ese documento desde la práctica. Con el listado de planes de trabajo y proyectos a poner en marcha este curso, vimos que ese planteamiento de lo colectivo no se quedará huérfano.

En la segunda parte del encuentro, Mª José Martín Francés (“Ajo” para l@s amigo@s) nos empieza a contar (ver aquí el artículo) el inicio del centro Palomeras Bajas: chabolas, miseria, dureza. Eso alentó a quien lo empezaron, coordinados por Paco Lara a poner en marcha un centro “revolucionario” Hace muchas décadas ya de eso. Si antes era el dictador quien ponía pegas para determinados proyectos educativos, ahora es la burocracia y el “profesionalismo”.

El centro ha ido cambiando para conservar su esencia, para adaptarse a las necesidades, para crecer y para andar entre los vericuetos que deja unas leyes restrictivas que a veces no soportan realidades distintas más humanas, más compartidas. No se suele entender que haya un proyecto colectivo de centro en que profes, familias y alumnado se dejen la piel por lograr un “todo” que vale mucho más que la suma de las partes.

Tres son los ejes que, nos contó Ajo, eran esenciales en el centro. Uno de ellos, la asamblea, como instrumento que permite la horizontalidad, el debatir y el negociar para llegar a soluciones de todo@s – sin votaciones, aunque lleve más tiempo- pero sin excluir a nadie. Vale esta fórmula para tanto para el alumnado, como para familias,y profesorado. Se cuida la parte afectiva, como algo fundamental. En el C.P. Palomeras Bajas se plantea un tema central como punto de reflexión y motivación para cada curso y se ahí surge el proponer un símbolo anual para compartir tenerlo presente en las aulas, en el centro… un abanico que nos de el aire que nos hace falta para soportar lo que tenemos encima (un año), un farolillo para no perder la luz necesaria en la Escuela Pública (otro) o cascabeles y campanas para ver quien se lo pone al gato en el año del RUIDO que es éste.

Se siente lo colectivo. Es como un encaje de bolillos con muchos “bolillos” trabajando a la vez para llegar a algo importante, bonito, compartido, en que cada “bolillo” es necesario para acabar el tapete pero en donde el trabajo final es mucho más que la mezcla de hilos que cada cual ha trenzado. Ése es el símbolo que compartió Ajo al acabar con quienes estábamos allí y que nos llevamos en el bolsillo para propagar en nuestros centros esa idea de la importancia de trabajar en común.

Ese planteamiento colectivo que preserva la individualidad se refleja en muchos aspectos de su Proyecto de Centro. Por ejemplo en la intención de repartir las tareas y responsabilizarse del centro entre todos, incluso en algunos aspectos de la función directiva que sean susceptibles de ser llevadas a cabo de esta forma. Esto, llevando el compromiso más allá, ha dado lugar a una propuesta de que el dinero de los complementos del equipo directivo reviertan también en común y les permita una vez al año disfrutar de un viaje de fin de semana a todos los profes. Esta intención colectiva se deja ver también en las decisiones de cada grupo, de las familias, en la forma de resolver los conflictos, en los intercambios entre grupos de distinta edad, en las decisiones del profesorado…

Parecería impensable lo que puede llegar a resolver una Junta de Alumn@s o una asamblea de clase, pero Ajo nos enseñó varios ejemplos de los resúmenes que hacen semanalmente en cada una que demuestran la capacidad de acuerdo y decisión que tienen los alumnos y alumnas cuando se les deja actuar y se les orienta a saber estar y cuidar de otras personas. Eran problemas reales, como aquel niño con una situación psíquica complicada que pegó a sus amigos más íntimos en una crisis de descontrol de los impulsos. Sus propios compañeros llevaron esto a a la asamblea desde la preocupación por él, y es interesante ver cómo buscaron soluciones en grupo para entenderle, respetarle, cuidarle y preservar a la vez la integridad del resto de l@s compañer@s favoreciendo su relación con ellos en lo posible.

También está presente como otro de los grandes ejes del centro: la cooperativa. Una cooperativa constituida para lograr que los materiales no supongan un gran gasto familiar. La cooperativa administra un fondo común para sufragar todos los materiales que se usan en el aula. Así, no hay libros de texto individuales ni deberes al salir del colegio como norma, sino como algo excepcional y con sentido. Entre los materiales no solo hay libros y cuadernos en un planteamiento del trabajo que no se encierra entre cuatro paredes. En ese fondo en común, que gestionan las propias familias a través de una comisión se incluyen otros gastos como las frecuentes salidas que se hacen del centro.

La tercera pata del funcionamiento del centro son los Planes de Trabajo individuales. Cada cual debe saber dónde se anda, qué debe hacer, cómo seguir caminando para aprender. No se trata de que escuchen y estudien una lección, se trata de controlar el camino que voy siguiendo, hacerse responsable de su aprendizaje. El Plan de Trabajo es un compromiso personal con el proceso de aprendizaje. Recoge lo que se va a hacer a lo largo de la semana o la quincena (según los cursos), plantea una autoevaluación continua de las actividades y un seguimiento por parte de las tutoras y las propias familias (ambas deben revisar, firmar y dar una breve opinión) al terminar cada uno de los Planes.

No dio para más. Este aspecto último, más referido al trabajo de aula quedó algo más “en el tintero”. Logramos una sensación de vivencia más que de experiencia ya que nos sentimos mucho más cerca cuando nos leyó el resumen de una de las asambleas de clase y cómo solucionaban problemas y tenían en cuenta a las personas, o cómo se atrevían los más pequeños con proponer un encuentro con otro grupo de “mayores” para recordarles la norma de respeto entre todos que es fundamental en el Centro. Eso era “puro aprendizaje ciudadano”. Nos fuimos con muchas ganas de saber más y con la sensación de que aquello que nos había contando debíamos trasladarlo a más sitios, en poquitas dosis o en grandes dosis, como se pudiera. Nos guardamos esas ganas y recordamos esto al ver nuestro bolillo que, seguro tenemos guardado en un sitio que alimente nuestra memoria de lo que es posible hacer si el empeño es colectivo.

Además Ajo nos regaló una presentación que recogemos aquí y puede servir para conocer también lo mucho y bueno que allí se hace: