Interdependencia: la sana y necesaria presencia -sostén del otr@” (Colectivo “La Revolución Delirante”)

Crónica de la ponencia presentada por miembros del colectivo “La Revolución Delirante” de Valladolid

“Las soluciones de los problemas de salud se conseguirán siempre que haya varias personas remando y todas para el mismo lado. Esa fue la frase de cierre de la exposición.”


Salud e interdependencia. Presentación

La salud es un bien social, conservar la salud no es solo curar la enfermedad, es mucho más.
Pero incluso a la hora de afrontar los males que nos puedan aquejar, de afrontar la enfermedad, se pueden tener planteamientos dispares y contrarios. Por un lado, pensar en que es algo individual o es social, que es una cuestión de cada persona o algo que atañe, de alguna forma, al entorno que rodea a la misma. Por otro, puede plantearse como otro bien de consumo en el que determinados profesionales tienen las recetas y la responsabilidad de conservarla, quedando nuestro deber en comprar y pagar (o el estado subsidiariamente) o como algo más compartido en el que, tanto la persona como su entorno y la sociedad en general, tienen también su cuota de responsabilidad y no son solo sujetos pasivos.

La propuesta consumista escapa de la idea de interdependencia que planteamos, queda en una propuesta sujeta a la interrelación que crea las simples leyes del mercado, como en otros campos. La segunda, la que comparte responsabilidad tanto individual como social, entra en la estructura interdependiente propia de una sociedad que se considera como tal, como colectivo. Es en el fondo esta el planteamiento real, aunque quiera anularse con la consumista, el cuidado del cuerpo nunca puede ser algo exento de responsabilidad propia ni puede estar ajeno al entorno en el que cada persona se mueve, y del que, necesariamente, en algún momento de su vida es dependiente.

Esa visión social de la salud es la que debe trasladarse al ámbito educativo para que sea conocida y reconocida por todo el alumnado como algo propio y necesario para convivir solidariamente

En esta dicotomía se desarrolla la ponencia que se recoge a continuación, aunque aplicada a la salud mental, como referente y más específicamente aun a la adolescencia y aquellos perfiles que llegan más al aula.

Interdependencia: la sana y necesaria presencia -sostén del otr@” (Ponencia)

La locura – los problemas de salud mental

Para explicar la locura debemos partir del binomio, sociedad actual-locura. Una sociedad determina el tipo de locura que puede darse en ella. Esta va cambiando conforme aquella varía. La sociedad está atravesada por una crisis de valores, un disloque de la solidaridad, una individualización exacerbada y una perdida del referente social. Eso determina un tipo e problema de salud mental específico.

La locura es un constructo sociocultural. Ahora la sociedad se expresa de forma diferente y por tanto, cambia el tipo de locura. Antes existían delirios, ahora los delirios “provienen del whatsapp”.

La adolescencia hoy, como ejemplo de una etapa con más riesgos.

Esta es esta una etapa complicada. Es un momento es que se busca la propia identidad y renuncia a la infancia y al hábito de que “decidan por ti”. Si las referencias son ahora distintas habrá que abordarla de forma diferente.

La características sociales están haciendo que la adolescencia tenga muy poca tolerancia al malestar y al sufrimiento. Se lo hacemos vivir así. Eso lleva a buscar soluciones externas y a dar poco peso a la responsabilidad personal. No damos tiempo para poder salir de la situación de angustia o malestar. Esto causa que, en estos momentos exista una mayor propensión a determinadas problemáticas de salud mental y mayor demanda de profesionales para esos problemas que surgen en la adolescencia.

La adolescencia hoy es una etapa mucho más difuminada, comienza mucho antes y acaba mucho después. De hecho no está claro el momento en que termina. Si la adolescencia supone una búsqueda de la identidad, esta ha estado marcada en el pasado por ritos que facilitan ese paso hacia la adolescencia y de esta a la madurez: comunión católica, “la mili” etc. Ahora esos ritos desaparecen y los límites de la etapa se difuminan, lo que crea menos seguridad, y una aceptación externa más difícil de los cambios.

En los pasos que se dan en esta etapa de la adolescencia, los ritos, y la contención existe hoy día más contradicción. Ahora es mucho más difícil, por tanto, diferenciar el progreso entre el avance individual y lo que se marca socialmente.

Existen además en la sociedad redes (virtuales) que funcionan desde lo individual y que son capaces, a la vez, de “taparte” ante el mundo, ante la gente.

El proceso por el que una persona atraviesa la adolescencia es mucho más individual hoy. Quizá eso hace que sea un proceso más auténtico pero, en muchas ocasiones, mucho más complicado y traumático. Esa adolescencia individual supone adaptarse a un cambio personal y de objetivos vitales, que la o el adolescente debe asumir y en el que van a aparecer desajustes que son necesarios y es necesario superar para madurar. Esta asunción debe hacerla él o ella misma pero también los progenitores o sus responsables y en muchas ocasiones no es así.

En muchas ocasiones es necesario mantener la seguridad personal de un padre y la madre que, a veces, no han asumido su rol y se encuentran desubicados ante los cambios del adolescente. Por eso, frecuentemente se da una sobreprotección. Se desea el mayor beneficio para el hijo o hija y esto acaba siendo una barrera que le impide madurar, porque se le acaba suplantando hasta en pequeños pasos que tiene que dar y sus decisiones ¿cómo puede admitirse que el padre o la madre se presenten a matricular, por ejemplo a su hijx en una facultad?

Eso no quiere decir que no se ofrezca cariño, cercanía y protección al hijx. La persona adolescente va a pasar por muchos avances y retrocesos, por momentos de búsqueda de su identidad, rompiendo los “moldes” que le atan y otras de mucha inseguridad . Ese proceso es ambivalente: debe coger lo que pueda para crecer y habrá momentos en que regresará a la infancia. En esos momentos necesita una mano que sienta que le protege y le defiende. No se puede olvidar ese papel por parte de sus responsables. Eso no tiene nada que ver con suplir o sobreproteger.

Los límites

En la adolescencia una persona tiene que convertirse en trasgresor ya que se está convirtiendo en alguien con personalidad única.

Para que una persona se “separe”, madure, se haga adulta, tiene que tener claro qué opciones quiere dejar al lado. Esos muros que había que saltar antes estaban mucho más definidos. Era quizá más complicada de saltar pero los pasos se tenían mucho más claros (prohibiciones, normas rígidas, etc.). Esa construcción social es mucho más difícil de saltar actualmente, en lo que respecta a la toma de decisiones que se hace más individual, como se ha dicho.

Por ejemplo, han cambiado sustancialmente (aunque deba seguir cambiando) los papeles del hombre y la mujer en esta sociedad. Ahora padre y madre (en lo que se considera aun hoy una familia “normalizada”) asumen características de autoridad y afectividad simultáneamente. Esto, que es un enriquecimiento increíble en la vida de ambos, pero exige una mayor intercomunicación respecto a los procesos educativo del hijx para evitar que pueda jugar en contra de la claridad que una persona adolescente requiere.

Es decir están mucho menos claros los límites que ahora se han perdido o desdibujado y una persona en su adolescencia debe tenerlo bien definidos, debe saber “contra qué” luchar, qué debe superar . Ahora no sabe en realidad “cuantos muros” debe saltar.

Todo lo anterior se acompaña de una serie de factores externos psicologizantes (¿cuáles son deben estar aquí este párrafo?) que paralizan la maduración. En estas circunstancias, en una sociedad que se basa en dar soluciones externas solo, se acude al profesional para que lo solucione: pastillas o pautas de psicólogo externo, etc.

El 74 % de las consultas hoy son problemas adaptativos no verdaderos problemas psíquicos . En resumen, la sociedad crea una problemática de salud mental a muchas personas adolescentes por su forma de estar configurada y le ofrece la solución de la ayuda profesional externa que “cura” como si comprara un producto cualquiera.

Un ejemplo de problema de salud mental, el TDH

El TDH y la forma en que hoy incide es un ejemplo en la forma en que puede llevarse a cabo una enfermedad mental

El TDH hoy en día es un cajón de sastre en el que se incluyen muchos casos de naturaleza muy diferente. En realidad habría que preguntarse qué manifiesta quien lo sufre y qué hacemos con ello, pero no pensar que se soluciona de forma estereotipada o solo con medicación.
Debemos saber qué es lo que le pasa, ¿por qué recurre a la actividad sin saber ponerlo en palabras? ¿por qué necesita evadirse? Debemos intentar poner en palabras algo que la otra persona no puede poner, desde la observación ( “su observación” ) profesionales de la salud, educadores, etc, nos dejaríamos guiar hacia donde quiere ir y mostrarnos qué vive, qué le provoca esa problemática.

Como en otros problemas no deberíamos centrarnos en “tratamientos” sino en actuaciones.

Hay que pensar, como punto de partida que no es el TDH el que provoca el sufrimiento del niño o niña sino que es el sufrimiento que tiene el que le provoca el TDH.
También habrá que saber, no solo como sufre su problema, sino como lo vive la familia, su entorno cercano, la parte comunitaria de su vida. Puede que esa familia estén siendo parte del problema o podrían ser parte de la solución.

Otros ejemplos en personas adultas

También en la edad adulta existen problemas mentales relacionados el construcción social que existe en la sociedad actual. Si en el pasado fue la melancolía, en estos momentos son la ansiedad y la depresión las dominantes. También en estos casos habrá que abordar el caso de forma individual, en base a lo que esa persona está sufriendo y por lo que está atravesando y las circunstancias que le han hecho llegar ahí.

Cómo abordar los problemas de salud desde el punto de vista de la interdependencia.

Los problemas de salud mental ya se ha dicho son una consecuencia de la forma en que se construye la sociedad social, por tanto las soluciones y la prevención están relacionadas con la acción social y no solo individual por un lado y en base a la implicación de la persona y no a la medicalización en exclusiva.

En primer lugar con la persona afectada habrá que trabajar para que tome conciencia de los síntomas y del problema para que, o bien lo elimine o bien modele el síntoma para lo use de forma que no le dañe, no lo haga sufrir, en su propio beneficio. Es necesario dar recursos, herramientas a la persona afectada para reconozca y se reconozca. Eso conlleva, a veces, usar medicación (a veces necesaria para que esa consciencia se acabe dando, para crear el estado a partir del cual es posible trabajar) pero esa medicación no es la solución sino el apoyo para que se llegue a la solución en base a una actuación combinada y más individualizada.

Esa actuación no debe restringirse a la persona porque el mal también es fruto del entorno que le rodea y en él está muchas veces, el apoyo a la solución. Es necesario actuar con la familia, el entorno. En el caso de la infancia y la adolescencia, también con educadores, orientadores, etc.

La actuación en los problemas de salud pasan también por una actuación social más amplia, ya que la locura se construye a partir de ella. Por un lado en lo que podía ser la prevención creando espacios y dinámicas que ayuden a la no generación de esos procesos traumáticos. Por otro lado, cuando existe ya el problema, evitando el rechazo y considerando “distinta” a la persona en vez de “loca” y “rechazable”. La sociedad debe crear espacios de encuentro, de diálogo, de intercambio, en ambos casos.

Las soluciones de los problemas de salud se conseguirá siempre que haya varias personas remando y todas para el mismo lado. Esa fue la frase de cierre de la exposición.

El debate

La exposición estuvo cruzada por la opiniones de las personas asistentes desde el inicio de la misma. Eso hizo que surgieran algunos elementos, a veces de controversia, en un tema que resultó muy cercano y de gran interés para quienes allí estuvieron. Parece interesante resaltar algunos de ellos.

Muchas de las aportaciones giraban en torno a los límites que toda persona debe tener en su crecimiento y que muchas veces no se dan: “la adolescencia hoy tiene referentes estables, cercanos y lejanos” “antes toda persona adolescente era consciente de lo que tenía delante, sobre qué normas jugaba”, o “los referentes sociales, hoy día cambian demasiado rápido” o “los referentes sociales que se dan, como el fomento de un cuerpo extremadamente delgado, no ayudan a mejorar la confianza en él o ella misma”, En todos los casos se reconocía la inseguridad que eso puede producir y la dificultad personal en superar esas situaciones sin consecuencias traumáticas. “Actualmente existe un exceso de información no analizada. Antes no se preparaba a la persona para ser crítica poniendo muchas barreras, ahora no se le hace crítica analizando toda ese volumen de información que le llega para evitar problemas”.

A veces las intervenciones tenían que ver con la relación de esos límites o referencias con su proceso educativo: “existen grandes diferencias entre las exigencias aula-familia”, “Los padres siguen teniendo muchas veces el papel de adolescentes y así no ayudan a ser modelo” o “Si no hay modelos de referencia cercano a los que seguir es mucho más difícil madurar”, “en ocasiones los expedientes académicos que se imponen en los colegios o institutos, no suponen más que un repartir de culpas pero no la asunción de la rectificación en la forma de actuar que debe tener el mismo centro educativo”.

Otro ámbito de debate fue la forma en que un centro educativo actuaba cuando existían casos que pudieran causarle problemas (estuvieran o no caracterizados como un síndrome determinado) : “en ocasiones se tramitan expedientes repartiendo las culpas y reflexionando poco sobre el propio quehacer”.

El problema del TDH (como un ejemplo de síntomas que ahora está muy extendido) fue objeto de debate dentro de grupo. Las opiniones diferían. En algunos casos se nombraba el problema como algo que tenía algo de construcción social artificiosa “¿es un problema real o algo que impone la moda o los intereses, como en otros tiempos pasara con otros síntomas?”. En otros se partía de la veracidad del mismo, “es un problema y nunca debemos contradecir lo que un profesional sanitario diga, sino apoyarlo”.

Las “etiquetas“ fueron, en cualquier caso, una preocupación que surgió en varios momentos del debate: “tender a psicologizar, a catalogar para dar soluciones tiene ventajas pero también muchos inconvenientes”, “hay que acompañar y abrazar, antes de diagnosticar”, “partir de sus intereses y su proyecto y no del nuestro, a veces eso nos muestra el conocimiento y a las posibles soluciones”.

Se añadía alguna preocupación ante decisiones difíciles. Por ejemplo: “hay ocasiones que, por huir de las etiquetas no se aporta información y se evita que se pueda actuar correctamente” o por ejemplo: “qué hacer con un grupo si hay un problema con niño o niña con síntomas complicados en él? ¿cómo combinar los intereses de todo el grupo y el suyo?

Quizá esos los anteriores interrogantes y afirmaciones sirvan, si tratamos de contestarlos, para avanzar en la forma de trabajar desde el aula debe hacerse desde distintos ámbitos y remar todos en la misma dirección como se dijo al final de la intervención.