¡Manos arriba, esto es un rescate!

El ministro de Economía afirma que el rescate “no tiene nada que ver con un rescate en absoluto”, sino que es un “crédito en condiciones extremadamente favorables”; un crédito que, según él, será bueno para la economía española y para el euro, “porque ayudará a las familias y a las empresas y es el camino a la recuperación y al empleo”. Parece un triunfo cuando hasta hace unos días el principal objetivo del Gobierno Rajoy consistía en evitar a toda costa la intervención exterior de la economía española.

La batalla del Gobierno se está centrando en evitar la palabra rescate, con su ya habitual estilo de neolengua orwelliana. Así lo ha hecho con la amnistía fiscal a la que rebautizó como “regularización de rentas y activos”; con la reforma laboral y el abaratamiento del despido a la que denominó “flexibilización de las condiciones de trabajo para evitar el despido”; a los recortes sanitarios como “copago progresivo de los medicamentos”; o a la subida de IRPF la denominó “recargo temporal de solidaridad” y al del IVA “modificación de la estructura de la imposición en términos hacendísticos”.

Con el rescate ha pasado lo mismo. Utiliza términos como “apoyo financiero” o “préstamo en condiciones favorables para la banca” para eludir el vocablo rescate que está en los titulares de todo el mundo. Vamos a tener el merecido reconocimiento internacional que valorará a España como una potencia en el campo de los eufemismos. Es la estrategia del avestruz, enterrar la cabeza en la tierra, como si no nombrándolo consiguiéramos convencer a la población de que no se va a producir el saqueo.

Porque, como se ha extendido como la pólvora en la red, no se puede hablar ni siquiera de rescate, sino de saqueo. Las expresiones más repetidas en Twitter, !!Manos arriba, esto es un rescate!! o “NoEsUnRescateEsUnSaqueo”, deja claro el sentir mayoritario, porque rescate, en términos convencionales, significa acudir en ayuda de alguien y salvar vidas, no condenarlas a la miseria como parece ser la consecuencia más inmediata de este multimillonario “saqueo”. “Desde hoy a las 16:00 estamos oficialmente secuestrados por los Mercados” aparecía insistentemente en Twitter. Los bancos españoles están arruinados y los banqueros españoles son multimillonarios: la conclusión es fácil. La opinión era prácticamente unánime. En las redes se interpreta que el “rescate” va a significar que la ciudadanía va a pagar por “unos bancos que nos seguirán robando y desalojando sin piedad”.

Porque la UE y el FMI no nos van a regalar 100.000 millones de euros (nos tocarían a cada ciudadano y ciudadana 2.120 euros). El propio comunicado del Eurogrupo lo deja claro: no es para la ciudadanía, es para la banca. Pero lo acabaremos pagando la ciudadanía, precisamente quien no ha sido la responsable ni de la burbuja inmobiliaria, ni de la especulación financiera de la banca. Pues aunque el rescate no esté formalmente condicionado, implícitamente sí lo está: el dinero para salvar a la banca supondrá la exigencia de cuatro grandes recortes en los que se profundizará más aún: pensiones, funcionarios, IVA y prestaciones por desempleo.

Como explica Ignacio Escolar, en cuanto a la subida del IVA, no se va a tratar solo de subir otros dos puntos el tipo máximo, del 18% al 20 % o al 21%. También pasa por cambiar determinados productos y servicios del IVA reducido al IVA normal. Respecto al recorte a funcionarios está claro que se congelarán las nuevas plazas y también se recortarán los salarios, probablemente a través de reducciones en las pagas extras y en los complementos. Y probablemente se iniciarán despidos también en este sector. Para las pensiones se exige que se eleve aún más la edad de jubilación, acelerar la entrada en vigor de la jubilación a los 67 y recortes en las pensiones que ahora mismo se pagan. Por último en las prestaciones por desempleo se endurecerán las condiciones para acceder al seguro de desempleo y también reduciendo su cuantía y su duración. Aderezando estos cuatro recortes con más tasas, copagos, peajes, privatizaciones…
Además el rescate sale de los impuestos de todos los europeos y las europeas, también nuestros. Por si esto fuera poco los bancos rescatados tendrán que devolver el préstamo una vez que hayan levantado la cabeza, pero el Gobierno podría inyectar en la práctica parte del dinero a fondo perdido. O sea, que si las entidades no devolviesen los préstamos pasado el tiempo, los intereses tendrían que ser afrontados hipotéticamente por el Estado, ya que ejerce como avalista. No nos olvidemos que es el Estado Español el que responde siempre ante Europa por los préstamos que se hagan y será el responsable del pago de intereses y las amortizaciones de deuda que se pacten. Y, como el Estado somos todos, en última instancia cada ciudadano y ciudadana terminaría rascándose su propio bolsillo. Porque gracias al PP y al PSOE el art.135 de la Constitución dice que primero hay que devolver los 100.000 millones y luego, si hay dinero, se podrá mantener Educación y Sanidad.

Es decir, este “rescate” no significa salvar a los náufragos, sino socorrernos para vaciarnos los bolsillos y quitarnos el pasaporte, como analizan buena parte de los propios economistas. Cómo si no se puede explicar que las medidas y exigencias de los Comisión Europea, del FMI, y del Banco Central para conceder estos préstamos consistan una y otra vez en que se privaticen y se recorten los servicios públicos para toda la ciudadanía, se precarice aún más las condiciones laborales y se aumente la presión sobre los trabajadores y trabajadoras. Todo esto como contrapartida para pagar los desaguisados de la banca y de las entidades financieras.

El escándalo es mayúsculo cuando siempre aparecen miles de millones para rescatar a la banca y no hay dinero para educación, para sanidad, para servicios sociales, para solucionar el problema del hambre o del sida o, simplemente, para rescatar a un sector minero del que dependen decenas de miles de personas y para reactivar económicamente las comarcas mineras. Quizá debamos aprender de la minería a pelear por no pagar siempre los mismos los platos rotos por otros.