Relatos de mujeres gitanas que luchan y nos interpelan


José Eugenio Abajo

Con motivo del 8 de marzo, se ha publicado en Aranda de Duero el libro “La lucha por un futuro mejor. Relatos de mujeres gitanas ribereñas”. En esta obra la movilización contra el silenciamiento y la discriminación secular de las mujeres tiene como portavoces a 60 gitanas de Aranda y Roa. Voces que tradicionalmente han sido olvidadas y en muchas ocasiones estigmatizadas.

Estos relatos nos muestran que la estructura de poder y la discriminación en nuestras sociedades está marcada por el género, pero más aún por la “raza” y la clase social. Que sigue siendo necesaria la reivindicación de la igualdad entre las personas de ambos sexos; pero que, mientras que la perspectiva de género o feminista va calando en nuestra sociedad, la perspectiva de minoría o gitana o de equidad social y antirracismo todavía está muy poco presente en nuestros días.

Portada del libro

Todas estas mujeres cuestionan la discriminación de género y preconizan la igualdad de oportunidades para la mujer. Pero en todas sus exposiciones late además la reivindicación de la igualdad de todos los seres humanos y de impugnación de cualquier tipo de falta de equidad, incluida la demanda de igualdad de oportunidades sin discriminación por motivos étnicos. De hecho, una de las palabras que más se repite en todos los relatos es: “oportunidades” (tener las mismas oportunidades, dar oportunidades, que exista igualdad de oportunidades sin barreras sexistas ni racistas…)

Presentación del libro de Aranda de Duero

Como poso de todos estos relatos queda evidente una denuncia hacia la desigualdad de oportunidades que supone el bajo nivel socio-económico de muchas familias gitanas, motivada por su dificultad de acceso al mercado laboral, en la que se conjugan la baja cualificación, la ausencia de redes de contacto o “enchufes” y los prejuicios raciales antigitanos. Este status marginado tiene repercusiones en todos los ámbitos vitales y está conllevando, por ejemplo, que buena parte de las gitanas y gitanos de más de 50 años conserven pocas piezas dentales y que la esperanza de vida de los gitanos y gitanas españoles sea netamente inferior a la de la media de la población española, según evidencia una reciente investigación de la Universidad Jaume I de Alicante: “La comunidad gitana vive un promedio de 10 años menos que el conjunto de la sociedad española” (Nevipens Romaní, nº 637, 15-6-2018).

Paralelismo entre la discriminación machista y racista

A lo largo de estos relatos de arandinas y raudenses gitanas se puede apreciar cómo la discriminación machista y la discriminación racista guardan un estrecho paralelismo:

Presentación del libro en Aranda de Duero

1) Son dos estructuras de discriminación que usan la diferencia (biológica y/o cultural) como justificación de los privilegios.

2) Ambas tienen unas raíces históricas de desigual reparto de poder y de oportunidades (como la profusa legislación persecutoria contra el pueblo gitano y el sinfín de leyes discriminatorias hacia la mujer de otras épocas). 

3) Patriarcado y antigitanismo se basan en sesgos cognitivos:

Presentación en Aranda de Duero del libro

a) Despersonalización, primacía de un aspecto (el género o la “raza”) sobre la persona: Los individuos no cuentan: “Todas las mujeres –o todos los gitanos- son…”; “Esa clase de hombres que hablan con superioridad porque […] están convencidos que por ser hombres les corresponden más derechos.”; “Si no te conoce, ¿por qué se permite juzgarte?”

b) Esencialización de las identidades, uniformización, generalización, determinismo (“Nunca cambiarán”): “[Es muy injusto] el obligar a la gente, el que tengan que hacer todas una determinada cosa.”; “Yo lo que quiero es que nadie por ser chica tenga una vida condicionada.”; “Lo que no se puede hacer es generalizar.”; “Nadie es más que nadie ni nadie es menos que nadie porque seas del sexo o de la raza o etnia que seas”.

c) Dicotomía absoluta: (“rasgos de hombre”: protagonistas, tienen el poder…, frente a unos “rasgos de mujer”: sensibles, hogareñas, subordinadas…; “Nosotros” frente a “ellos”, como grupos absolutamente enfrentados y separados): “Yo lo que quiero es que tanto los chicos como las chicas puedan tener una vida en libertad y sin señalamientos, ni tampoco por ser gitanos.”; “Yo veo muy mal los guetos”.

d) Se sustentan en prejuicios y estereotipos (sexistas o racistas) inferiorizantes: Las mujeres son habladoras, pasivas, abnegadas, superficiales, dependientes, débiles, volubles, abnegadas… mientras que los varones son todo lo contrario; “Los gitanos” son chupópteros y asalvajados, no valoran el estudio, exóticos, grotescos…: “Es que el machismo no es correcto, que no tratar bien a la mujer no es justo, que la mujer vale exactamente igual que un hombre y puede tomar sus decisiones exactamente igual que las toma un hombre.”; “Me parece fatal que en los trabajos nos discrimen por ser gitanos. Yo lo oculto siempre, por miedo, porque no es la primera vez que al enterarse de que eres gitana no te contratan.”; “Tienes que demostrar dos veces que tú eres tan competente como cualquiera”.

e) Jerarquización y naturalización/normalización de la desigualdad (“Siempre ha sido, es y será”, “Somos distintos”): “Nos echan la culpa a las mujeres de todas esas agresiones que realizan contra nosotras: dicen que somos nosotras las causantes, que vamos por ahí provocando y borrachas, que era muy tarde y estábamos solas en la calle.”; “El antigitanismo […] por más años que pasen se sigue normalizando, como si el maltrato social que recibimos fuera lo natural y lo correcto”.

f) Descontextualización (no se considera la repercusión de la falta de oportunidades -históricas y presentes- sufridas por las personas en situación de exclusión) e invisibilización de las aportaciones de las mujeres y del pueblo gitano: “La diferencia no se debe a ser mujer o ser hombre, sino a las oportunidades que hayas podido tener […] unos y otras tenemos dos brazos y un cerebro igual.”; “Un gitano puede estar en cualquier puesto y si hasta ahora no lo hemos estado ha sido por falta de oportunidades, y no por falta de capacidad o de ganas”.

g) Reificación o cosificación sexual o racial: Ver a una persona como una cosa no pensante, en función de su utilidad, ignorando sus cualidades, sentimientos e individualidad, reducida a roles pre-asignados a su grupo, no merecedora de las mismas oportunidades: “Tradicionalmente, a novel general, se ha tenido a la mujer como un objeto. No se contaba ni con su voz ni con su voto.”; “Estoy harta de que vean a una mujer como una fregona con piernas.”; “Los gitanos somos un pueblo con un origen y una historia común, y no una parte de la sociedad a la que se pueda recurrir para achacar todos los males sociales, la cabeza de turco perfecta, sin voz ni voto para nadie.”; “[A los gitanos nos miran] como si fuéramos criaturas a observar, cuya opinión no vale nada”.

El patriarcado y el antigitanismo tienen consecuencias que guardan afinidad

Existe también una analogía entre las consecuencias que se derivan del machismo/patriarcado y los efectos provocados por el racismo/antigitanismo:

1) Asignación asimétrica y jerarquizada de expectativas, capacidades, roles y espacios según el sexo y/o etnia de las personas. Lo que es tanto como decir discriminación y desigualdad de oportunidades en todos los ámbitos vitales.

3) Encapsulamiento, confinamiento, segregación y barreras, guetización: “¡Que no sólo servimos para lavar, planchar y cocinar! Tenemos metas y grandes sueños como cualquier persona”; “Han hecho un gueto, y vas a una tienda y te preguntan: ‘¿Pero vives en el Orfeón?’, como que fuera una deshonra”.

4) Desconfianzas mutuas, desencuentro, desaliento en algunas mujeres y en miembros de la minoría étnica: “En algunos matrimonios en los que el hombre es machista […] acaba llegándose a extremos para que se cumpla lo que desea”; “Tenía que estar con ellos, pero no me aceptaban”.

5) Violencia machista o racista: verbal, psicológica y física. Violencia frontal y violencia más sutil: “El machismo es una opresión que las mujeres hemos sufrido históricamente… y que todavía hoy sufrimos […] y por el simple hecho de ser mujeres. Nos matan, nos violan, nos juzgan y nos critican.”; “Es muy triste que por miedo a que te echen tengas que estar ocultando lo que eres. Eso es maltrato psicológico.”; “Me preocupa cuando mi niño vaya al colegio, quiero con todo mi corazón que los demás niños le traten igual que al resto. Que no sufra ese racismo que yo viví”.

            En los testimonios de estas 60 mujeres se pueden percibir multitud de ejemplos de todos estos mecanismos sociales y psicológicos presentes tanto en la discriminación machista como en la racista. 

Necesidad de una perspectiva de minoría, gitana, antirracista  

Estas mujeres gitanas ribereñas nos hacen ver que tanto el movimiento por la igualdad de las mujeres o feminismo como el antirracismo son, en definitiva, dos formas de humanismo, de exigencia de equiparación de oportunidades vitales, de coherencia democrática. Este feminismo periférico o “decolonial” está reivindicando la perspectiva de género y también la perspectiva de minoría, gitana, antirracista, que ponga en evidencia todos los mecanismos y justificaciones del antigitanismo y que impregne nuestras actuaciones. Y ello, a dos grandes niveles:

1) A nivel micro, interpersonal, cotidiano: Saber escuchar a nuestros convecinos gitanos y gitanas, tener empatía, no “balconear” (desterrar cualquier mirada enjuiciadora y desde arriba)…: convivir sin prejuicios ni discriminaciones.

2) A nivel meso (intermedio) y macro (estructural y político): Que los programas, actuaciones y legislación escolar, política, social, de la vivienda, etc. se rijan por el principio de igualdad de oportunidades y de compensación de las desigualdades.

Estas mujeres gitanas con sus testimonios nos están interpelando también al profesorado:

– ¿Estamos de acuerdo en que “el feminismo tiene que ser antirracista y si no, no podemos hablar de feminismo” (Asociación Gitanas Feministas por la Diversidad)? ¿Qué podemos hacer para contribuir a que TODAS las mujeres puedan vivir con dignidad y libertad, sin un destino limitado en sus derechos en razón de su sexo o de su etnia? ¿Qué hacemos para ayudar a que las esperanzas, sueños y, sobre todo, derechos de estas mujeres lleguen a ser un hecho? Y más en concreto:

– ¿Qué expectativas tenemos sobre nuestras alumnas gitanas?

– ¿Qué hacemos para potenciar el éxito y la continuidad escolar de cada una/o de nuestras/os alumnas/os gitanas/os?

– ¿Hasta cuándo las repeticiones de curso, las clases segregadas y los centros guetizados?

– ¿Vemos a nuestro alumnado gitano como una causa perdida o como una causa pendiente?

– ¿Llevamos a nuestros hijos e hijas a los centros públicos de barrio? ¿Aconsejamos estos centros a las familias amigas?

            Termino con dos párrafos de estos relatos de mujeres ribereñas gitanas, que constituyen una especie de síntesis de todo el libro (¡aunque os animo a leer el libro entero!):

“Yo quiero que haya igualdad entre payos y gitanos y luego cada uno que lleve sus tradiciones en su casa, pero con igualdad entre todos y con convivencia. Y también entre hombres y mujeres. Pero yo noto que se habla mucho de la necesidad de igualdad entre las personas de ambos sexos y de que no haya machismo y me parece fenomenal. Pero se habla mucho menos en contra del racismo, y es mucho más grave hoy la discriminación racista que la machista. Todos tenemos el mismo derecho”.

“En el caso de unir feminismo y comunidad gitana, se habla desde el total desconocimiento y nula empatía. […] Las mismas mujeres que se consideran feministas, que como colectivo en desventaja lucha por la igualdad, actúan de la misma manera que ellas denuncian: juzgando, observándonos desde el paternalismo, ignorando nuestra voz, minimizando el racismo que sufrimos”.

Referencia: AA. VV. (2019).La lucha por un futuro mejor. Relatos de mujeres gitanas ribereñas. Editado por la Concejalía de Acción Social, Mujer e Igualdad del Ayuntamiento de Aranda de Duero.

Presentación del libro en Aranda de Duero