Este documento corresponde al manifiesto elaborado por la organización del VII Encuentro de Conspiración Educativa celebrado el 10 de mayo de 2025: “¡No me toques las evaluaciones! Evaluar para aprender “. Se incluye al final documento en pdf para poder descargar
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Manifiesto

- Cuando escuchamos hablar de evaluación, aparece ante nosotras la imagen de un profesor o profesora que está examinando a su alumnado. Esa evaluación, que se funde con la calificación, hasta hacer imposible la distinción de ambos procesos. tiene el sentido que tiene: clasificar, calificar, descalificar, seleccionar, excluir, etiquetar, someter, domesticar… y no otro. Es una pieza que encaja en un modelo educativo instruccionista, competitivo y segregador. Tiene un efecto negativo, incluso en el más leve de los casos que pueden concebirse: si se evalúan las tareas calificando con una nota, el alumnado se fija en ella y no en las propuestas de mejora que puede indicar el profesorado.
- Pero, en realidad las consecuencias de este modo de evaluar van mucho más allá: se apoderan del vínculo entre la escuela y la familia (¡hay que firmar los boletines de notas o hablar tanto de las notas que saca la criatura!) y, en su forma actual, es una fuente de ansiedad para el alumnado con dificultades, e incluso para otros, que tienen poco que temer, pero no lo saben… También es una fuente de estrés y malestar para el profesorado que no les gusta dar calificaciones. Pero también es una especie de barrera de seguridad, un muro que aísla al profesorado y le protege de las múltiples incertidumbres que hay en el proceso de enseñanza y aprendizaje: las necesidades e intereses del alumnado, el lugar de las familias en la escuela y sus posibles quejas, el enfoque educativo… Mata, además, el gusto por el aprendizaje.
- Por eso, vamos siendo muchas las que entendemos que es imposible evaluar desde fuera los procesos de aprendizaje y desarrollo integral de los seres humanos. Hemos de pasar de una evaluación del aprendizaje a una evaluación para aprender y, aún más, a una evaluación vista como aprendizaje, sin separar las actividades de aprender y las de evaluar, pues ambas tienen la misma finalidad.
- Cambiar la mirada y la práctica hacia una evaluación para aprender no es fácil para nadie (profesorado, alumnado, familias). Sin embargo, tenemos que emprender ese camino, el de ser muy transparentes y compartir los objetivos de aprendizaje y los criterios para evaluar, el de cambiar la consideración de los errores del alumnado como algo no deseable a que asuman que aprendemos porque nos equivocamos y porque superamos dificultades, a ayudarles a la autorregulación de su aprendizaje y a fomentar el gusto por aprender.

- Avanzar hacia una evaluación comprometida con la mejora educativa y con la sociedad pasa por abandonar la visión calificadora, que etiqueta y ordena al alumnado, y caminar hacia una evaluación ética y comprometida, es decir, que cuide al alumnado, compartida con las familias, útil para el aprendizaje, que no castigue, sino que refuerce su autoconcepto, y que fomente el desarrollo integral haciendo hincapié en las dimensiones humanas, sociales y ciudadanas.