El valor de lo colectivo. Documento final de Concejo Educativo

Documento elaborado por Concejo Educativo de CyL a partir de las aportaciones de los Encuentros abiertos del curso 2013-2014

“Sería en verdad una actitud ingenua, esperar que las clases dominantes desarrollasen una forma de educación que permitiese a las clases dominadas percibir las injusticias sociales en forma crítica”. Paulo FREIRE

Lo colectivo conduce al contraste, al cambio.


Introducción

Nuestro ámbito, el educativo, es uno de los principales medios para socializar e integrar a los individuos. Ser individuos integrados y a la vez autónomos, se logra por medio de la socialización desde la infancia. Durante el pasado curso hemos profundizado sobre lo colectivo partiendo de una nueva mirada al concepto, a la sombra de los tiempos en los que vivimos.

1-La Historia y lo colectivo

Miremos un poco en la historia y los cambios que se han producido en el concepto de lo colectivo:

Podemos empezar desde la supervivencia de nuestra especie. La especie humana se hubiera extinguido si no hubiéramos sido capaces de alimentarnos de grandes mamíferos que aportaban proteínas y calorías suficientes para el desarrollo. Para ello fue precisa la organización tribal y la distribución de funciones.

Desde finales del siglo XIV al final del siglo XVIII es el Estado el encargado de “civilizar”, esto es, de educar a las élites que quedan bajo su control o su servicio. Eran educadas mediante formas disciplinarias, con el fin de reproducir los comportamientos que las élites necesitaban.

La Ilustración y el Liberalismo con una intención claramente economicista (crear trabajadores y ciudadanos conscientes de sus deberes productivos y sociales), intentaron extender la educación colectiva a todas las capas sociales y educar a los individuos en los mismos valores y normas. La educación básica de la época tenía como meta integrar a los individuos en el nuevo orden social pero también contribuyó a liberarlos de sus excesivas cargas sociales, con mayores posibilidades de autonomía y libertad que consiguieron gracias al IMPULSO DE LO COLECTIVO en el Siglo XIX (movimiento obrero) y enfrentándose a las teorías del liberalismo económico. Los ciudadanos y las ciudadanas se enfrentaron de forma colectiva y transformaron la realidad social.

En nuestra época, el sistema neoliberal ha impuesto, de nuevo, un individualismo feroz donde todo proyecto depende del esfuerzo individual frente a lo colectivo. Los proyectos que nos proponen no son para la transformación con vistas al bien común sino para sostener los intereses particulares de grupos de poder, convenciéndonos, además, de que eso es progreso (trabajo en domicilio, transporte individual y ausencia de lo público etc.).

2- Conceptualización del término colectivo frente a individualismo

Para entender más el valor de lo colectivo intentaremos analizar ambos términos y reflexionar sobre ellos.

Lo colectivo requiere compromiso, surge como una necesidad de defender lo común frente a los intereses particulares. A partir de ahí se garantiza la prosperidad y bienestar general. A lo largo de la Historia podemos determinar que el individualismo y el colectivismo son complementarios y han conducido a estadios diferentes de evolución.

Cuando hablamos de individualismo nos referimos a un individualismo egoísta y no a la realización de la libertad individual. No intentamos anular al individuo dentro de lo colectivo sino que defendemos lo colectivo como necesario para defender al individuo y evitar el abuso de unos sobre otros. Es decir, estamos hablando del individualismo como la defensa egoísta de lo particular frente a lo colectivo.

El individualismo (potenciado por las teorías liberales del XIX y ahora por el neoliberalismo) conduce al egoísmo, a la oligarquía, a la autarquía, al nepotismo.

Lo colectivo organizado conduce a la participación, a la democracia, al asociacionismo, a la colaboración y al debate intelectual y filosófico.

Cuando el objetivo es individualista neoliberal, cuando se niega el interés colectivo, y se pretende que la relación sea entidad-individuo, se genera un tipo de sociedad impositiva y jerarquizada en la que el derecho de la persona queda, así, descartado al hacerla débil, “unipersonal”, “consumidora” en vez de ciudadana.

Eso es aplicable a sociedades, en general, y a pequeños colectivos como los centros educativos. En estos, además, se usurpa una parte formativa al individuo, al hacerle actuar solo de forma personal.

Este sistema socioeconómico actual disgrega al colectivo y perturba la capacidad para avanzar con los otros y otras. El análisis y la reflexión individual de la realidad tienden a la justificación y a la indolencia, al “todo vale”.
Cuando somos parte de un colectivo, todas nuestras reflexiones están sometidas a juicio constantemente y crecemos o evolucionamos personal y colectivamente.

La historia demuestra que nada se supera, se transforma o progresa sino es por impulsos colectivos.

Lo colectivo conduce al contraste, al cambio.

3- La escuela y el reto colectivo

Nuestras aulas son un instrumento esencial para lograr el progreso de todos y todas en una sociedad libre, abierta y democrática. La educación es transcendental puesto que establece un determinado orden social y forma a la ciudadanía para que sepa el papel que tiene en la sociedad. Esto sólo se consigue mediante la educación de las personas.

Sin embargo, en la actualidad, y ante la nueva ley educativa, la educación mantiene y favorece las desigualdades sociales (bilingüismo, ratio por aula, falta de reflexión en el currículo, aumento de horas lectivas, distritos únicos, itinerarios etc.).

Los poderes políticos, nacionales e internacionales, han moldeado la educación en función de las exigencias de la economía. Los contenidos no hablan de lo colectivo, no se adaptan a la diversidad; son fundamentalmente fragmentarios y orientados, de nuevo, a las necesidades del mercado.

Pretenden que el profesorado sea el portavoz de un conocimiento que se impone desde el poder. Ahora los centros educativos tendremos que adaptarnos continuamente a las circunstancias cambiantes del mercado.

Por el contrario, entendemos que la educación debe cumplir una función diferente: Debe dar autonomía al individuo, liberarle de sus determinismos y contribuir a compensar sus desigualdades.

Vivimos, por tanto, en una inercia que parece necesario contestar y a la que es necesario ofrecer alternativas en clave de acción, desde la visión de una educación renovadora y que sirva al conjunto de la sociedad y no a intereses particulares.

En Concejo Educativo de CyL, nos parece importante volver sobre “lo colectivo”, al trabajo cooperativo, en un momento en el que no sólo se acentúa el individualismo y la competición, sino que se ven como naturales dentro de nuestra práctica educativa y en la sociedad.

El aprendizaje y el trabajo cooperativo, educar en la conciencia de la importancia de lo colectivo, es una herramienta útil para enfrentar los retos educativos y sociales actuales y para interactuar, a partir de las diferencias, hacia situaciones cada vez mejores, dando respuesta así, junto a otras actuaciones, a dicha pluralidad. Lo contrario sería construir guetos, separar, favorecer los enfrentamientos.

La sociedad necesita que sus futuros ciudadanos y ciudadanas aprendan cooperativamente. Necesitamos, más que nunca, educar en que TODAS LAS PERSONAS somos necesarias e importantes. El individualismo en el aula provoca situaciones anacrónicas como, por ejemplo, que el alumnado considere un obstáculo “tener que esperar” a que el colectivo desarrolle un trabajo en que todas las personas aprendan y lleguen a una meta común. Un aula representa el mundo y, al cumplir la etapa educativa, cada persona tomará caminos diferentes pero cada uno de ellos y ellas serán necesarias e importantes para los demás.

Alguien tendrá que hacer el pan, alguien nos ayudará a aprender a conducir, alguien limpiará las calles, alguien irá a Bruselas a tomar decisiones políticas, alguien tendrá que educar… Todas estuvieron juntas en la etapa educativa y todas son necesarias y, ciudadanos y ciudadanas, en igualdad de derechos. Si no aprendemos a trabajar juntas, la educación no servirá para potenciar el interés común ni la transformación social.

Se sigue manteniendo la idea de que trabajando por separado sobre el alumnado, profesorado, familias, recursos sociales y la Administración, éste, por su cuenta, va a tener capacidad de conjuntar las piezas del puzzle y darle una coherencia final que le convierta en una persona apta para enfrentarse a la vida. Es un error pensar que todas las personas tienen las mismas posibilidades para encajar las piezas y, además, que lo hacen prácticamente a la vez. También es un error pensar, que elaborando las piezas por separado, éstas se acoplen exactamente.

Trabajar conjuntamente no es garantía de eficacia, pero coordinando acciones es posible alcanzar objetivos que de otra manera no se podrían conseguir.

La práctica de la cooperación implica conjunción de esfuerzos, de acuerdos e interdependencia entre las personas.

¿Cómo incluir esta idea en el aula? ¿Cómo compartir lo esencial con los sectores que intervienen sobre el alumnado? Ése debiera ser el propósito para contrarrestar las situaciones negativas antes apuntadas.

En el curso 2013-2014, hemos querido dar respuesta a estas preguntas y a lo largo del mismo hemos reflexionado sobre las cuestiones que aparecen a continuación. El método seguido ha sido tres encuentros presenciales con tres ponencias relacionadas con: lo colectivo y el centro, el aula y el entorno. A partir de un cuestionario elaborado para abordar cada ámbito, se ha ido elaborando un documento colectivo con las aportaciones de las persona participantes en ellos. Pasamos a exponer las conclusiones obtenidas y las alternativas planteadas.

4-Trabajo de análisis – Lo colectivo: aula-centro- entorno.

A- Lo colectivo en el aula

¿Qué dificultades se encuentra para llevar lo colectivo en el AULA? ¿Cuales son las estrategias a emplear?
Hemos reflexionado sobre nuestras aulas diferenciando tres aspectos:

En primer lugar sobre los condicionantes relacionado con aspectos inmediatos a la hora de emprender un trabajo colectivo (eficacia, tiempos, formación del profesorado).

En segundo lugar se aborda las estructuras que facilitan o dificultan, relacionado con el currículo, los espacios.

En tercer lugar comentaremos la presión directa del entorno en nuestra tarea en el aula (presión sobre las familias, competitividad, liberalismo educativo).

1) Condicionantes del profesorado a la hora del trabajo colectivo

Estamos de acuerdo que el trabajo de manera colectiva en el aula no es menos eficaz sino que requiere un proceso de reflexión previa más profundo.

Si nos preguntarnos qué es eficacia en la actividad docente llegamos a la conclusión de que no es dar el currículo, sino utilizarlo como medio para adquirir otras competencias básicas y habilidades.

Antes de organizar un trabajo colectivo debemos precisar qué entendemos por tal. Nos referimos más a una cultura de aula que a una actividad concreta que se realiza en clase. Es decir, trabajar de manera colectiva implica una forma de desarrollar las clases que incluiría varias estrategias como, por ejemplo:

Interacción entre iguales, tutelaje del alumnado entre sí, intercambio de roles de forma que seamos aprendices y enseñantes de manera indistinta, profundizar en actividades que aborden el tema de la complicidad en el aula para aprender y progresar.

En trabajos abiertos, aunque sea ayudarse en la tarea, deben de saber hacerlo. Hay que enseñar a trabajar: intercambiar, pensar colectivamente, informarse, para que puedan compartir incluso en el trabajo individual.

Es decir, es más una manera de organizar la cotidianidad en el aula que una metodología puntual. Este clima de trabajo colectivo en el aula genera autonomía en el aprendizaje y autorregulación de lo que aprenden.

Esta manera de trabajar implica un “desorden” natural inicial al que hay que estar dispuesto. Pero, al mismo tiempo, es imprescindible:

Planificar las clases por adelantado estableciendo claramente en qué consiste cada actividad, los requerimientos y el tiempo que implica su realización y sobretodo un producto final que hay que conseguir. Es importante que el alumnado finalice el trabajo que se ha propuesto, aunque esté incompleto, y necesita saber que lo que hace sirve para algo.

Planificar los tiempos de las actividades de forma realista y resolverla con anterioridad para saber si es viable.

Ponernos en el lugar del alumnado es muy importante. Debemos saber cuál es nuestro objetivo, no podemos experimentar por experimentar.

Observar el aula, ver con qué alumnos y alumnas contamos, cuáles son sus peculiaridades, aptitudes, capacidades.

“Diagnosticar” antes de empezar la actividad. Cuidar la forma de agrupar. Ej.: No puedes poner a dos que quieran dirigir, saber qué habilidad tiene cada cual.

Buscar el consenso. Lo que hacemos debe ser aceptado y consensuado. Es importante ganarnos la confianza del alumnado. Es posible así, que empiecen sin decidir, pero pueden llegar a convertir “las actividades y el proceso de aprendizaje en algo suyo”. Es necesario buscar la complicidad.

Hacer explícita la satisfacción de trabajar en grupo es muy importante, tanto para que el grupo avance como para que sean conscientes de las ventajas de trabajar de forma colectiva en los diferentes ámbitos.

“Parar” para dar un tiempo a la autocrítica.

Pensamos que no estamos formados para trabajar de manera colectiva. El profesorado hemos recibido mayoritariamente clases magistrales y apenas si hemos dispuesto de una adecuada formación pedagógica teoría y/o experiencial. Pero también es cierto que conocer las metodologías o teorías más relevantes no implica necesariamente estar más capacitado si el conocimiento se ha limitado a información sobre diferentes enfoques o estrategias (ej. prácticas de educación, se imparte la teoría de la educación participativa pero al mismo tiempo se está haciendo una clase magistral).

En la actualidad es posible que tanto el profesorado como el alumnado nos sintamos como ISLAS pero ello no impide que podamos seguir trabajando pese a las condiciones adversas.

La energía y la ilusión del profesorado no tienen una relación directa. La época actual puede que no ayude, sin embargo no pueden ser excusa para no trabajar lo colectivo sino todo lo contrario. Este trabajo es precisamente un antídoto contra los malos tiempos, un refuerzo energético. Es, en definitiva, una forma de “hacer educación” de otra manera.

Es necesario “dar un salto”. Muchos de nuestros compañeros y compañeras, a menudo, no se deciden a hacer pero pueden sentirse seducidos cuando ven resultados.

2) Condicionantes: estructura y organización curricular.

El curriculum y, en mucha mayor medida, el que impondrá la actual ley es un obstáculo aunque no por ello insalvable. Podemos poner en funcionamiento diversas estrategias que a pesar de las dificultades nos permitan que nuestra clase sea como entendemos que debe ser: dar el curriculum en ese 20% que se queda en nuestra memoria y seleccionar contenidos. Dar apuntes breves para cumplir con el temario cuando tengan que hacer las reválidas…

La NOTA condiciona absolutamente todo (en secundaria ahora y con la ley más). ¿Qué nota me pondrás? Quizá debemos pensar en qué es lo mínimo que deben saber y a partir de ahí plantear la clase de otra forma, disfrutando. Tenemos que sobrevivir al sistema que quieren imponer y seguir haciendo aquello que sabemos que da resultados.

Espacios: La distribución y los espacios en el aula, ¿influyen de manera esencial?

Nuestras aulas y espacios son un claro impedimento. Son aulas decimonónicas pero que podemos cambiar en espacio si contamos siempre con la colaboración del alumnado que es capaz de transformar el aula en cinco minutos si les entusiasma la actividad.

Es cierto que, fundamentalmente, en secundaria son clases muy cortas por lo tanto la alternativa es la organización del trabajo basado en esa realidad temporal.

3) Condicionantes del entorno social, político.

Familia, sociedad: ¿la presión familiar se ha contagiado de la competitividad y del darwinismo educativo? ¿Ha ocurrido lo mismo en el profesorado? ¿Ha ocurrido lo mismo entre los centros? De ser así, ¿esto dificulta la renovación metodológica?

Hay una presión social y familiar que forma parte de los fuertes niveles de competitividad. Esto genera enfrentamientos entre el alumnado (falta de solidaridad, individualismo enfermizo), entre el profesorado (resultados en selectividad, entre centros, quién acaba la materia….) y preocupación en las familias. Pero, sin embargo, sabemos que trabajar en el aula de otra manera genera satisfacción en el alumnado y por lo tanto en la familia. Estamos convencidos que se aprende más y mejor ya que implica, además, estrategias de comunicación, intercambio de conocimiento, mejora la expresión oral y escrita. Hay, simplemente, que atreverse.

Y estos beneficios hay que hacérselo ver a las familias. Hay que explicarles que lo que se hace es ganar tiempo y más conocimiento también. Solo les llega una información de la sociedad manipulada. Hace falta acercarles para que tengan otra información alternativa y cercana. Incluso, otro elemento es el “prestigio de suspender” como una garantía de mayor aprendizaje. Entre el profesorado se da más, pero quizá se produce a veces entre el alumnado.

En todo caso, hay que insistir en los índices de fracaso y preguntarnos si el método es el que ha fracasado.

4) Conclusión

HUIR DEL NO PODEMOS, HAY QUE ATREVERSE. El aprendizaje colectivo supone el aprendizaje de la autorregulación partir de su punto de interés.

Hay que huir de la idea de que es necesario ser un docente con alta dosis de creatividad para poder llevar este tipo de planteamientos. Se puede hacer planteándose un trabajo; búsqueda, intercambio, etc.

Hay gente que se engancha pero no sabe cómo hacer las cosas. Hace falta encontrar el momento en que se hable con la gente, decir qué hacer y cómo. Hay que ir aprendiendo. La vivencia es más fácil, la formación sirve pero no lleva a la práctica.

Explicitar que para el profesorado es una sensación agradable, implica mejor relación y una forma distinta de aprender.
Demostrar que se aprende más: explicar algo hace aprender mucho más que estudiando (movilizas más estrategias de aprendizaje).

B- LO COLECTIVO EN EL CENTRO Y ENTORNO 

¿Qué dificultades se encuentran para llevar lo colectivo en el Centro?

Hemos diferenciado tres aspectos:

El primero quiere abordar si hay una predisposición real ante lo colectivo frente al individualismo y si forma parte de nuestros intereses.

En segundo lugar se abordan plantean las ideas previas que tenemos para trabajar en equipo.

Y en tercer lugar si la estructura de los centros posibilita trabajar de otra manera.

1) Conciencia del valor de lo colectivo

¿Creemos en lo colectivo? ¿Sabemos cuáles son los aspectos positivos y negativos? ¿Nos han convencido de que lo individual es necesario y más eficaz?

Sabemos la importancia de lo colectivo, del trabajo en común. Incluso percibimos que se obtienen mejores resultados, mejores productos finales pero nos puede la visión de rapidez que está impresa en nuestra vida cotidiana. Entendemos que el trabajo individual es más rápido y tendemos a repartir tareas con el fin de optimizar los recursos. Tal vez no es generalizado pensar que el trabajo colectivo es enriquecedor como proceso, como acción educativa. Vivimos en un “Liberalismo educativo” donde lo que cuenta son sólo los resultados. Hasta que no entendamos lo colectivo como NECESARIO no avanzaremos. Ese Liberalismo educativo nos lleva a primar el sentido de autoridad, entendiendo que siempre tiene que existir un líder que conduce el trabajo. Esto se enfrenta a la responsabilidad individual en la ejecución de una tarea.

Nos resulta difícil poner en marcha un proyecto colectivo y tal vez la causa está en nuestra formación.

Tal vez nos puede el desgaste. La generación actual del colectivo docente nace en centros donde los equipos directivos están profesionalizados ,donde las comisiones formadas por varias personas han sido eliminados, donde la convivencia, la igualdad etc., está encargada a personas concretas, cargos unipersonales, que hacen actividades a las que los demás se enganchan, pero en la que no participan en el proceso de diseño.

Por encima de todo llegamos a la conclusión que no todo el mundo entiende lo colectivo como EDUCATIVO o Positivo, lo enfrentan a pérdida de eficacia.

Por otra parte, resaltamos la importancia de lo emocional en los centros, los pocos tiempos compartidos hacen que las relaciones en los centros sean frías. No conocemos las capacidades, gustos, aficiones, de nuestros compañeros y compañeras de trabajo. No sabemos los RECURSOS HUMANOS que tenemos al lado. Por este motivo, al plantear un trabajo no partimos de las posibilidades que tenemos puesto que no conocemos a los que nos rodean.

Todas estas ideas nos condicionan y no damos valor a LO DIVERTIDO QUE ES HACER UNA ACTIVIDAD compartida. Una actividad que se sale de lo cotidiano, algo no habitual, un proyecto energético.

Por otra parte hay muchas ideas impuestas y prejuicios sobre el trabajo colectivo.

Nos cuestionamos si el trabajo colectivo es más lento. Creemos que, sobre todo al principio, requiere más tiempo pero no más trabajo. Es posible que a largo plazo ahorre esfuerzo. El Currículo fragmentado pone más dificultades a este sistema de trabajo. A veces, especialmente en secundaria, entorpece y la separación en departamentos didácticos es un problema para un planteamiento colectivo.

¿Las reuniones para llegar a acuerdos con nuestras compañeras y compañeros no son eficaces, sólo sirven para pasar información? ¿Se pueden resolver los problemas de forma no colectiva? ¿Se avanza más con la toma de decisiones rápida?

El problema, pensando en un centro educativo, es que no hay reuniones para tomar decisiones colectivas, sino para gestionar dentro de muchos límites o para cumplir con lo burocrático. Es entonces un simulacro en el que se desprestigia la democracia, lo colectivo, cuando en realidad no ha habido nada de eso. No sirven para la reflexión sino para solventar problemas inmediatos. No sirven para proponer. No se cumplen los acuerdos tomados.

2) Estructura y organización de los centros

Es cierto que no podemos obviar los problemas existentes y que intentamos reflexionar sobre ellos planteando posibles alternativas. No hay tiempos colectivos Obviamente, si se prioriza el que el profesorado se vaya a casa lo antes posible, no hay tiempos… Pero los hay si se quiere.

No hay espacios y los centros son gestionados a la manera empresarial. ¿Qué libertad tienen los equipos directivos? ¿Están jerarquizados? ¿Existen dos tipos: los “compañero/as” y los “administración”?

Uno de los problemas es que los centros son llamados a competir entre ellos y a no ser mal vistos por el poder que reparte beneficios a los centros (aparte de la razón individual, no despreciable, de poder repetir en el cargo). Se personalizan los cargos. Pensamos que los equipos directivos ni siquiera son equipos coordinados. No hay idea educativa, no hay proyecto. Hoy en día “una buena dirección” es aquella que hace que cada persona cumpla su función. Los equipos toman como referente la administración, no el centro. El hermetismo de los equipos en cuanto a la información, mina la democracia en los centros.

¿Las propuestas se valoran más o menos según de quién partan? ¿Por qué no atrae a los compañeros y compañeras un modelo de trabajo diferente?

Hay “vacas sagradas” y un equipo directivo se diferencia de otro en cuál es la prioridad: acallar a quienes protestan o potenciar a quienes trabajan.

Nuestra propuesta ante la profesionalización de los equipos en crear redes alternativas entre el profesorado del centro al margen de la burocratización.


Por lo tanto, nuestro empeño final es analizar y poner en práctica alternativas frente al modelo educativo y social actual que convierte a los individuos en meras piezas de una maquinaria impuesta.